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lunes, 20 de abril de 2009

maltrato infantil‏

Definición de maltrato infantil
http://derechos.educ.ar/docente/prevencion/definicionmaltrato.htm

Antecedentes
El maltrato a los niños y niñas es un grave problema social, en el que intervienen variables psicológicas, culturales, económicas y sociales. Su visualización es relativamente reciente y su reconocimiento legal debió sortear la negación o incredulidad de la comunidad científica, hasta que a las demostraciones irrefutables en el campo médico se sumaron las descripciones psicológicas y, más recientemente, las actuales políticas de identificación y prevención. Finalmente, el avance de las técnicas de registro (como los rayos X) y la acumulación de pruebas, permitió tipificar el problema dando lugar a la figura legal del “maltrato infantil” que posibilitó su condena.

En 1961 el Dr. Kempe organiza un simposio interdisciplinario en la reunión anual de la Academia Americana de Pediatría sobre el Síndrome del Niño Golpeado y, en 1962, el Journal of the American Medical Association publica una descripción completa del síndrome desde el punto de vista pediátrico, psiquiátrico, radiológico y legal, así como las primeras cifras de incidencia en Estados Unidos. Así se acuña el concepto de Síndrome de Niño Golpeado en la literatura médica mundial. El impacto de su denuncia provocó reacciones favorables al desarrollo de iniciativas legislativas que obligan a los profesionales de la salud a denunciar cualquier sospecha de maltrato infantil. En 5 años éstas se extendían a todo Estados Unidos

Actualmente podemos considerar al maltrato como:
“Cualquier daño físico o psicológico no accidental contra un niño o niña menor de dieciséis o dieciocho años –según el régimen de cada país– ocasionado por sus padres o cuidadores, que ocurre como resultado de acciones físicas, sexuales o emocionales de omisión o comisión y que amenazan el desarrollo normal tanto físico como psicológico del niño.”

Tipos de maltrato
Existen diferentes clasificaciones del maltrato infantil, una de ellas distingue las siguientes categorías:
Maltrato físico: acción no accidental de algún adulto que provoca daño físico o enfermedad en el niño o el joven, o que lo coloca en grave riesgo de padecerlo como consecuencia de alguna negligencia intencionada.
Abandono: situación en la que las necesidades básicas del menor (alimentación, higiene, seguridad, atención médica, vestido, educación, esparcimiento) no son atendidas adecuadamente por ningún adulto del grupo que convive con él por motivos diferentes a la pobreza.
Abandono emocional: situación en la que el niño no recibe el afecto, la estimulación, el apoyo y la protección necesarios para cada estadio de su evolución y que inhibe su desarrollo óptimo. También se aplica a los casos en los que existe una falta de respuesta por parte de los padres o cuidadores a las expresiones emocionales del niño (llanto, risa, etc.) o a sus intentos de aproximación o interacción.
Abuso sexual: cualquier clase de búsqueda y obtención de placer sexual con un niño o joven, por parte de un adulto. No es necesario que exista contacto físico (en forma de penetración o tocamientos) para considerar que existe abuso. Se estipula como abuso, también cuando se utiliza al niño como objeto de estimulación sexual. Es decir, que abarca el incesto, la violación, la vejación sexual (tocar de manera inapropiada un adulto a un niño/a, con o sin ropa, o bien, alentar, forzar o permitir a un niño que toque inapropiadamente a un adulto) y el abuso sexual sin contacto físico (seducción verbal, solicitud indecente, exposición de órganos sexuales a un niño/a para obtener gratificación sexual, realización del acto sexual en presencia de un menor, masturbación en presencia de un niño, pornografía, el uso de niños para material pornográfico, etc.).
Maltrato emocional: conductas de los padres, madres o cuidadores, tales como insultos, rechazos, amenazas, humillaciones, desprecios, burlas, críticas o aislamiento que causen, o puedan causar, deterioro en el desarrollo emocional, social y/o intelectual del niño. Asimismo, algunas conductas sobreprotectoras que dificultan o impiden que los niños sean estimulados de acuerdo a sus capacidades o les imposibiliten atender las necesidades propias de su desarrollo.
Síndrome de Münchausen: los padres o cuidadores someten al niño a continuas exploraciones médicas, suministro de medicamentos o ingresos hospitalarios, alegando síntomas ficticios o generados de manera activa por el adulto (por ejemplo mediante la administración de sustancias).
Maltrato institucional: cualquier legislación, procedimiento, actuación u omisión procedente de los poderes públicos, o bien, derivada de la actuación individual de un profesional que comporte abuso, negligencia, detrimento de la salud, de la seguridad, del estado emocional, del bienestar físico o de la correcta maduración del niño o del joven, o que viole sus derechos básicos.

Diferenciar abandono de pobreza
Si un niño carece de los cuidados básicos debido a que su familia no dispone de las condiciones materiales para proporcionárselos, ello no supone que necesariamente se trate de un caso de abandono o maltrato. Cuando la falta de protección se origina en carencias económicas y culturales que se padecen en el hogar, es el Estado el principal responsable. Corresponde al Estado la ejecución de acciones concretas que promuevan la equidad social, protegiendo a la familia para que ella pueda atender al niño. Esta idea se expresa en los artículos 3 y 5 de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño.Existe una clara diferencia entre las formas tipificadas de maltrato infantil y otras situaciones donde la imposibilidad de atender adecuadamente a los niños y jóvenes se vincula con la exclusión social que ha dejado a muchas familias sin los recursos elementales y fuera de las redes básicas de contención. Esta distinción es importante para evitar la “penalización de la pobreza” que se expresa en una tendencia a separar al niño de su familia, institucionalizándolo. Aunque se busca protegerlo, de esta forma en realidad se victimiza por segunda vez al niño privándolo del contacto con sus seres más preciados. Sin desresponsabilizar a los padres y madres que descuidan a sus hijos, la perspectiva de la protección integral destaca la importancia de no separar a los niños y jóvenes de sus familias salvo que sea estrictamente necesario, es decir, cuando el vínculo es nocivo para el niño.
Factores protectores y Factores de Riesgo: otro modo de pensar el destino de un niño

Estamos habituados a mirar los problemas sociales usando un modelo relativamente rígido basado "primordialmente" en el concepto de factores de riesgo.

Se entiende por factor de riesgo a cualquier característica o cualidad de una persona, comunidad o del entorno, que se sabe va unida a una elevada probabilidad de dañar la salud. En virtud de este esquema solemos pensar que, si una persona está expuesta a varios factores de riesgo, es muy probable que enferme. Sin embargo, en las últimas décadas, un concepto nuevo cobra relevancia en el campo de la salud y la educación: el de los factores protectores. Este enfoque amplía el campo de análisis de los factores de riesgo, complementándolo con el de factores de protección.
Los factores protectores son los aspectos del entorno o competencias de las personas que favorecen el desarrollo integral de individuos o grupos y pueden, en muchos casos, ayudar a transitar circunstancias desfavorables.
El balance de ambos permite considerar el grado de vulnerabilidad al que está expuesto una persona o institución.

A diferencia de lo que se cree habitualmente, una gran parte de las personas que durante su infancia y adolescencia padecieron un hogar con vínculos violentos, cuando llegan a la vida adulta, no sólo no repiten el modelo, sino que logran conectarse con sus propios hijos de una manera comprensiva sin reproducir el maltrato . ¿Cuál es la explicación? La influencia positiva de ciertos factores de protección que disminuyeron el impacto del daño y les ofrecieron una alternativa mejor. Los estudios realizados sobre historias de vida de las personas que se recompusieron de experiencias traumáticas infantiles, tienen un punto en común: contaron con algún adulto que, en el momento más necesario, les brindó afecto, los respetó y les devolvió una imagen valorizada de sí mismos.

Incluimos la perspectiva de la resiliencia con el fin de poner a su disposición un marco desde el cual reconsiderar el rol que puede jugar un maestro en la vida de un niño expuesto a violencia doméstica. Este docente, a su vez, actuará en mejores condiciones si se desenvuelve en una institución que lo contenga a él cuando interviene.

Entre los factores de riesgo que pueden perpetuar el ciclo de la violencia en el hogar, encontramos: el aislamiento del niño respecto de las redes sociales que podrían protegerlo, el silencio o la negación del problema que padece, la “naturalización” de determinados hechos violentos por parte de la sociedad o la comunidad en la que vive y el sentimiento de culpa por el cual el chico se siente merecedor del castigo que recibe.
Los principales factores de protección, por el contrario, consisten en: la existencia de redes de contención (podrían estar conformadas por otros miembros de su familia o instituciones capaces de detener el maltrato por vías educativas o judiciales), las acciones que estimulen la autoestima, la confianza en sí mismo y el reconocimiento de que se tiene derecho a ser querido
por el solo hecho de existir. La acción eficaz de un adulto significativo –como puede ser el caso del docente– puede ayudar al alumno a resignificar su realidad desde una configuración nueva, permitiéndole evitar la repetición del modelo violento. El impacto de la intervención institucional sobre la vida del niño o joven maltratado, trasciende el momento circunstancial del episodio violento.

Percibir: primer paso para actuar

La experiencia indica que la tarea de prevención y protección de niños y jóvenes maltratados o abusados en sus hogares se topa con diversos obstáculos, entre los cuales destacamos:

• La desinformación acerca de las señales que indirectamente alertan sobre el problema.
• El pacto de silencio que impone el agresor sobre la víctima como parte del ejercicio de su poder –tanto aislándola como encubriendo los hechos.
• La incredulidad por parte de las personas que conocen a la familia de esos chicos y no pueden dar crédito de los hechos.

Los dos primeros obstáculos se podrían encarar difundiendo información adecuada, por un lado, y creando espacios de diálogo, contención y confianza que alienten el pedido de ayuda del niño o joven, por el otro. El tercero es un obstáculo de otra índole. Se relaciona con lasrepresentaciones sociales, las creencias asociadas a las mismas y las emociones. Por su naturaleza, es más difícil de percibir y modificar. En cuántas ocasiones hemos escuchado entre colegas comentarios como “no sé qué me pasó… estaba delante de mis ojos y no lo vi…” Para trabajar este tema proponemos leer "Creencias que dificultan la intervención".

Creencias que dificultan la intervención
La primera reacción ante algunas señales de maltrato infantil no suele ser el asombro, sino la dificultad para aceptar su existencia. Es frecuente que se nos pasen por alto varios indicios hasta que la convergencia de diversos signos nos haga sospechar que “algo raro está pasando”. Aún más grave, es la situación de los niños que lo cuentan, piden ayuda y no se les cree. De este modo, padecen una segunda victimización y aumenta en ellos el sentimiento de soledad e indefensión. El prejuicio es una de las barreras para la intervención.
El maltrato intrafamiliar a niños rompe con símbolos muy fuertes de nuestra cultura, entre ellos, la idea de que la familia es un espacio de amor y cuidado para los miembros que la componen y que el maltrato y el abuso no ocurren en familias integradas, con padres de buena posición sociocultural. El maltrato familiar acontece en un porcentaje más elevado de lo que solemos imaginar. El nivel socioeconómico por sí mismo no es una variable determinante, pero forma parte de los factores de estrés que incrementan el riesgo. Además de la pobreza, podemos considerar: el desempleo, enfermedades, divorcios, mudanzas, adicciones, pérdidas de niveles de consumo, entre otros posibles. Estos factores contribuyen a que el adulto" a cargo de la crianza" se sienta con menos disposición para resolver los conflictos con sus hijos sin apelar a la violencia.
Existen algunas creencias que interfieren en la captación del problema que atraviesan los niños maltratados y/o abusados; una de ellas es la imagen que prevalece acerca del perfil de los padres violentos o de los padres abusadores. Sobre ellos se suele pensar que podrían ser fáciles de reconocer, porque se trataría de personas que exhiben una actitud amenazadora o desequilibrada. Sin embargo, es una idea que no se ajusta a la realidad.

Características de las personas con vínculos violentos

Entendemos la violencia doméstica como una forma de relación que incluye las agresiones físicas y el daño emocional en forma estable. Aunque existe la violencia cruzada entre ambos cónyuges, es mucho más frecuente la agresión ejercida por hombres hacia sus compañeras. Su conducta violenta no es pública y, por lo general, sus mujeres e hijos no revelan el drama que padecen a sus amigos o a su entorno hasta que el problema ya está avanzado.
Entre sus principales características podemos señalar:

• En la mayor parte de los casos no es una persona con trastornos de relación evidentes y graves fuera de su casa. En general, el hombre violento presenta un comportamiento dual: en el trabajo y en los ámbitos de interacción social se desenvuelve de un modo que lo convierte en “insospechable”; en la casa es violento y en el afuera, “normal”.
• Casi nunca se reconoce a sí mismo como violento sino que cree que reacciona a provocaciones externas.
• Tiene una imagen negativa de su esposa y/o de sus hijos.
• Bajo su autoritarismo se suele encubrir una personalidad insegura y débil que necesita probar su poder a través de la violencia

Estadísticas del maltrato
Maltrato hacia la mujer 75%
Violencia cruzada 23% (entre ambos)
Maltrato hacia el hombre 2%

Prejuicios y creencias

Existen algunas creencias muy difundidas que no necesariamente se confirman en las investigaciones realizadas por diferentes disciplinas científicas.


Orientaciones para actuar

Frente al problema de la violencia familiar existen distintos niveles de intervención que se pueden encarar desde la escuela. Algunos son de carácter general, tales como:

1. Estar actualizado con respecto a los Derechos del Niño y del Adolescente, las problemáticas de la violencia y el maltrato intrafamiliar y las formas no violentas de resolución de conflictos.
2. Trabajar estos temas como contenido en el aula.
3. Estar atento a las señales físicas o de conducta que nos pueden indicar que estamos frente a un problema de abuso o maltrato.

Otros, son más específicos. Se dan cuando creemos que nos encontramos ante un hecho concreto. Allí cabe, además, proseguir con los siguientes pasos:

1. Realizar intervenciones preliminares –entrevistas, observaciones, etc.– en las situaciones sospechadas, para evaluar la índole del problema.
2. De ser necesario, derivar y/o denunciar a los organismos pertinentes.
3. Brindar la contención necesaria al niño o al adolescente damnificado directo y a los compañeros, durante el período que sea necesario, contando con el apoyo y la orientación del Equipo Técnico.
4. Ofrecer modelos alternativos: Recordemos que el estilo de vínculo que se establece entre el docente y el alumno transmite en sí mismo una enseñanza.
Por tal motivo, y en estos casos en especial, es crucial que su estrategia de intervención constituya una oportunidad para que el alumno perciba que existen modos de solución a los problemas que se gestionan sin agredir ni desconocer sus derechos. Esos ejemplos lo ayudarán a afrontar situaciones adversas sin apelar a las respuestas violentas como única opción.

Los niños víctimas de esta problemática, pueden llamarnos la atención de diversas
formas:

• Mostrando cambios en su comportamiento.
• Presentando lesiones.
• Diciéndolo a otra persona (amigo, compañero, etc.).
• Contándolo directamente al docente (es menos frecuente).

Para identificar la existencia de maltrato sugerimos tener en cuenta dos acciones básicas: observar e informarse.
Informarse sobre el entorno familiar y social, recabar y compartir información con los docentes anteriores –si se tiene contacto – y con los actuales.
Observar al alumno en diferentes momentos y situaciones (la clase, el recreo, etc.) atendiendo a su aspecto externo, las relaciones con sus pares, con otros adultos, la asistencia al colegio, los contactos con la familia…

Identificación de casos de maltrato infantil Siempre conviene tener mucho cuidado de no estigmatizar al alumno ni a su familia y mantener una actitud comprensiva hacia el sufrimiento del niño y su grupo familiar, sin que esto implique avalar el maltrato.
En caso de maltrato, algunos de los indicadores que pueden presentarse son:
A nivel físico: magulladuras reiteradas, contusiones, mordeduras, lastimaduras, quemaduras, escoriaciones en la vagina o el ano, entre otros. En general, cuando alguno de ellos es percibido, se presentan explicaciones difusas e improbables sobre su origen.
A nivel de la conducta: cambios significativos, relaciones hostiles y distantes, actitud hipervigilante (estar en alerta todo el tiempo), agresividad, conducta sexual explícita, comportamiento seductor exagerado, conductas retraídas o pasivas, excesiva timidez. Conductas antisociales: fugas, vandalismo, pequeños hurtos. Huidas reiteradas del hogar. Intentos de suicidio y sintomatología depresiva.
Señales que se ven en la vida cotidiana escolar:

• Ausencias reiteradas sin motivo o con excusas.
• Poco interés o motivación por la tarea.
• Hiperexigencia en el cumplimiento.
• Pocos amigos.
• Temor exagerado ante las comunicaciones eventuales de los docentes hacia los padres.
• Negativas a cambiarse de ropa ante las diferentes actividades (por ejemplo, en la hora de Educación Física).
• Uso de ropa de mangas largas aún en épocas de elevada temperatura.
• Retraso en el desarrollo físico, emocional o intelectual.
• Falta de cuidados médicos básicos.

Identificado el problema, 10 cuestiones a tener en cuenta
Recordemos que…
Nuestra capacidad de ayuda depende de una buena observación.
Un ambiente de diálogo y confianza facilita la formulación del pedido de ayuda por parte de los niños. Los indicadores son pistas que pueden ayudar a comprender lo que le pasa al alumno. No solamente son señales físicas, también pueden ser conductas o sentimientos. Un solo indicador o varios, por sí mismos, no son signo de maltrato, pero pueden ponernos en alerta. Es importante no estigmatizar.
Sugerimos considerar los siguientes puntos:

1. Registrar para uno mismo los sentimientos que nos despierta este conocimiento. En general produce estupor, indignación o rechazo (especialmente las situaciones de abuso sexual). Es preciso darnos tiempo para sobreponernos y no actuar impulsivamente, lo cual nos permitirá proteger mejor al alumno.
2. Pensar si necesitamos apoyo y, en tal caso, pedirla. Difícilmente podamos proteger a otro si no permitimos que nos ayuden. Posiblemente exista una red de recursos a nuestro alcance.
3. Tener en cuenta que no se pretende juzgar, sino ayudar al niño y a su familia que tienen una situación problemática de la que rara vez pueden salir solos.
4. Recordar que es nuestra responsabilidad asumir un rol en la protección de los niños, estando obligados no sólo por razones éticas y sociales, sino también legales.
5. Saber que es el alumno quien elige a las personas para contar su problema.
6. Preguntarle al alumno, en caso de querer contarlo, si quiere que esté algún adulto (aparte de nosotros) durante la entrevista y escuchar con atención lo que nos cuenta; rara vez mienten sobre estos temas.
7. Intentar tranquilizarlo, transmitiéndole la idea de que no es culpable de lo ocurrido y que es bueno para él y para todos, contar las cosas que le pasan.
8. Tratar de escribir lo que nos haya dicho, inmediatamente después de concluida la conversación con el niño, para evitar que se tergiverse el relato.
9. Brindar tranquilidad al alumno, explicándole que la información se utilizará para protegerlo, con discreción y prudencia.
10. Explicarle claramente los pasos que se seguirán, dialogando sobre las dificultades que podrían presentarse.

Fuente: Ayuntamiento de Castilla y León (adaptación)

Algunas cuestiones a tener en cuenta para no agravar el problema Con respecto a la privacidad: Tenga en cuenta que para el niño o joven, relatar lo sucedido suele ser un hecho doloroso. Trate entonces de no hacerle repetir el relato frente a distintas personas (director, supervisor, etc.).
Acerca de los cuidados necesarios: Si bien es importante no minimizar lo sucedido, se debe tener cuidado de no agudizar o magnificar la gravedad de la situación, sobre todo en presencia del niño o joven, para evitar un mayor
nivel de angustia.
Si va a realizar una entrevista: Recuerde hacerlo en un lugar privado, neutro, lo más tranquilo posible. Intente que sea lo más libre de interrupciones o elementos que lo distraigan.
Trate de sentarse cerca del niño, no interponga barreras físicas (por ej. escritorios) entre ambos.
Trate de utilizar un lenguaje simple y claro.
Con respecto a los efectos de la entrevista: Existe la posibilidad de que aparezcan recriminaciones y amenazas por parte del agresor frente al niño, por haber hecho pública la situación. Evalúe adecuadamente los pasos a seguir, ya que muchas familias tienden a “cerrarse” al percibir que los hechos han sido denunciados. Es importante, una vez que se siguieron los pasos correspondientes a la denuncia, realizar una tarea de contención.
El problema no se soluciona por una sola intervención: es necesario que la escuela acompañe el proceso posterior, tanto del alumno víctima de maltrato, como de sus compañeros (estos pueden sentirse movilizados por el conocimiento
del tema). No es necesario que todos (alumnos, docentes y no docentes) estén al tanto de los detalles de la situación, ya que hay aspectos que son privativos de la intimidad del alumno afectado. Un criterio básico es el de tomar siempre en cuenta el “interés superior” del niño o joven para pensar las acciones a emprender. Sugerimos no eludir el tema, pero tener en cuenta que hablar claramente de las situaciones de maltrato, no significa responder todas las preguntas que pudiera hacer el grupo de compañeros. Es importante conservar el equilibrio entre la información que se provee a los alumnos y el respeto por la
intimidad del niño o joven afectado.
Se puede explicitar que determinados aspectos no se van a contar (previa consulta con el alumno sobre lo que quiere que se diga y lo que no).
Sería importante que los adultos que están en contacto con el estudiante maltratado tengan información adecuada y sepan cómo se debe actuar.
La escuela debe actuar frente al maltrato infantil pero no puede hacerlo sola. Las articulaciones con otros organismos gubernamentales y no gubernamentales deben fortalecerse para abordar estas problemáticas. Las instituciones
de Salud y Justicia son aliadas imprescindibles a la hora de pensar soluciones integrales.
Recordar la necesidad de actuar en red

Preguntas y respuestas Con frecuencia surgen ciertas dudas en los espacios de intercambio entre colegas. Hemos seleccionado algunas de ellas, esperando que resulten de utilidad para ayudarle a intervenir con mayor eficacia y tranquilidad.

¿Corresponde involucrarnos?
El maltrato y el abuso de niños están penalizados por leyes nacionales, provinciales y por la Constitución Nacional. El daño a niños y jóvenes constituye una vulneración de sus derechos y por lo tanto es un tema de interés público, que trasciende la esfera de lo privado. Estamos obligados legal y éticamente a actuar. Por otra parte, el niño o joven maltratado y su familia no pueden remediar fácilmente la situación en la que se encuentran porque están entrampados en un tipo de vínculo del cual, tal vez, no despeguen sin recibir ayuda externa. La mayoría de los padres que apelan a la violencia, podrían modificar sus respuestas y aprender a identificar las necesidades y posibilidades de sus hijos con ayuda y orientación. Para romper con el circuito repetitivo del maltrato es necesario que alguien del entorno intervenga (los amigos, familiares o instituciones) y realice algo efectivo para detenerlo.

¿Si hago la denuncia, corro el riesgo de recibir juicio por calumnias?

No, porque como funcionario público (tanto si trabaja en una escuela estatal como de gestión privada) está obligado a dar parte a los organismos del estado pertinentes, en caso de sospecha de daño a un menor .
La obligación de denunciar del funcionario público
Cuando los damnificados fuesen menores o incapaces, ancianos o discapacitados, los hechos deberán ser denunciados por sus representantes legales y/o el ministerio público. También estarán obligados a efectuar la denuncia los servicios asistenciales sociales o educativos, públicos o privados, los profesionales de la salud y todo funcionario público en razón de su labor. El menor o incapaz puede directamente poner en conocimiento de los hechos al ministerio público. Ley 24.417: Protección contra la violencia familiar. Artículo 2.

¿Y si me equivoqué y acusé en vano?

Usted no está acusando a nadie. Cuando se da parte de un caso de posible abuso, maltrato o negligencia, el acento debe ponerse en los signos que porta el niño o joven (heridas, cambios de conducta, entre otras señales posibles) pero no definir quien podría ser el responsable. Corresponde a otros organismos del Estado hacer la investigación y determinar las responsabilidades.

¿Conviene que haya un docente especializado en el tema?

Puede resultar útil que un profesor tenga mayor formación para orientar a los colegas ante un hecho concreto, pero es necesario que todo el equipo docente esté capacitado para actuar porque es el alumno el que elige al maestro al cual contará su problema.

¿No me estaré entrometiendo en temas que son de la vida privada?
En los fundamentos ideológicos de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño y del Adolescente se considera que la infancia es un bien de la humanidad. La protección de su futuro y todo lo que concierne a la seguridad y protección de un niño o joven, trasciende la vida privada si la familia no está en condiciones de garantizarlas.
“En todas las medidas concernientes a los niños que tomen las instituciones públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las autoridades administrativas o los órganos legislativos, una consideración primordial a que se atenderá es el interés superior del niño”.
Convención Internacional sobre los Derechos del Niño. Artículo 3.

¿Hasta qué edad se con sidera que se es menor, en caso de abuso?

En Argentina, el Código Penal en su Artículo 119 prevé sanciones de hasta 20 años de reclusión o prisión para el que abusare sexualmente de chicos/as hasta los 18 años, según las circunstancias.

¿Y si el abuso ocurrió porque él o ella lo sedujo?
Como ya se explicitó anteriormente, se define abuso cuando un adulto satisface deseos sexuales con un menor. Desde esta perspectiva se considera que el joven o el niño involucrado no está en condiciones psicológicas de discernir entre un acto voluntario y una manipulación a la cual es sometido. Aun si aparentemente presentara conductas que puedan catalogarse de seductoras, el adulto es responsable de poner límites adecuados a esa situación.

Otras preguntas sobre temas asociados a la violencia en la niñez y adolescencia

¿Una menor embarazada puede seguir estudiando?

El Estado está obligado a brindar cobertura educativa a los menores de edad, en cualquier condición que se encuentren. La educación es un derecho inalienable consagrado por la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, incorporada a nuestra Constitución Nacional.

¿Cuándo se considera que la inclusión del niño o joven en la vida laboral es explotación infantil...

Se considera que es explotación infantil cuando la actividad laboral desempeñada por el niño representa una situación de riesgo (considerando aspectos biológicos, psicológicos y sociales), donde el adulto responsable lo obliga a desarrollar tareas que “no debería” (por no estar capacitado o por ser excesivas en relación a su desarrollo).

...y cuándo se considera que se trata de corrupción de menores?
La corrupción resulta del entrenamiento del niño por parte de los adultos, para la práctica de conductas consideradas desviadas o antisociales. Se trata de situaciones en las que su inmadurez resulta una real limitación para que comprenda las consecuencias de sus acciones y, por lo tanto, para poder prestar su consentimiento. En el delito de corrupción, se toman los 18 años para considerar que se efectúa a un menor. Las penas son más graves si las acciones afectan a menores de 13 años.

¿Un adolescente que roba es infractor a la ley?

Sí, en caso de ser mayor de 16 años y debe ser juzgado por tribunales específicos

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